jueves, 7 de febrero de 2013

Queridos míos, hoy vengo a hablaros de citas.
A los que me seguíais antes, imagino vuestra sonrisa malévoloncia detrás de la pantalla. ¿no dijo esta desventurada portentosa que ya estaba emparejada? ¿Volverá doña Anita a mostrarnos sus habilidades innatas en las artes amatorias?
Noo, leísteis bien. Soy feliz, estoy sumada, encontré hace tiempo ya a mi media naranja, langosta perfecta, horma del zapato  y jolgorio de mi corazón.
Hoy vengo provista de consejos nada aleatorios sobre donde y como y cuando encontrar a vuestra pequeña pieza de puzzle lost in the space.
Quien algo quiere algo le cuesta, el horno siempre está para bollos, no hay bien que sin nabo venga y si quieres pescar debes ir al mar, así que mujeres del mundo, no os engañéis, en pleno siglo XXI, si queréis pescar algo digno de ser visto y que reluzca, no dudéis más y lanzaros a la red. La red.
La red de redes, claro está. ¿Cómo vais a pescar si no tenéis una red? ¿Con las manos bien abiertas y sin mirar de bar en bar? No seáis demodé, eso no se lleva nada ya, es de serie californiana de los 90. Si quieres pescar, escoge una buena red y repasa mentalmente tu colección de bragas antes de empezar.
Ayer pensaba en esto en plena cita en el Monvínic de mis amores. Con mi amor, claro está.
En esto y en todo lo que le debo al fascinante mundo de la vitis vinifera. Es probable que nunca hubiera estado aquí si no hubiera tenido una pasión desbordante por el amable líquido favorito por los dioses. Este ímpetu vinero me dio más chances para citas que mi sabiamente escogida colección de zapatos. Eso y mi lengua saltarina y asilvestrada, junto, claro está, con una cara dura deslumbrante y arriesgada. Pero la clave de todo la tuvo el vino, el vino y el vino, no me cansaré de repetirlo. VINO,VINO y VINO, nada de Vini Vidi Vinci.
No podéis imaginar las posibilidades que me abrió en esa red tan extremadamente competitiva, real como la vida misma, vaya. Me dio tema de conversación,  posibilidad de acción y un glamour imparable. Y unas resacas brutales, pero mejor no entrar en esos pequeños detalles.
A esta pasión le debo montones de cosas buenas y hazañas, pero la más prominente es esta maravilla humana con el que soy más feliz que una sardina recién salida de la lata.
Entonces, mujeres del mundo, ¿a qué estáis esperando? buscad una afición hobiesca y desembozadora que os haga relucir cual perlas blanquérrimas en este mar repleto de pesca. Buscadla y saltad. ¿A qué estáis esperando?
No necesitáis más. Una buena red, un signo distintivo y tiraros sin mirar, que el agua está estupenda, a dos grados más de lo que pensabais. Ah, y eso sí, nunca insistiré lo bastante, una buena colección de bragas. Por lo que pueda pasar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario